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Tengo en la palma de la mano
tu cabeza redonda y peluda, las puntas finitas de tus orejas y la humedad fría
de tu nariz rosada.
Llevo en mis oídos tu miau
agudo, casi de pájaro y tu ronroneo feliz y grave como de rocas rodando.
Y tengo en mis mejillas las
huellas que dejaban tus manitas de uñas siempre escondidas en cada caricia amorosa.
Siempre estarás en mi
corazón, dulce Rocco y amaré en tu nombre a cada gato que se cruce en mi
camino.
Seguro que en el cielo de los
gatos podrás por fin saltar y correr de tejado en tejado y de árbol en árbol.
Hasta siempre, gatito.
(Rocco, febrero de 2011-10 de
septiembre de 2014)
«Requiem
æternam dona eis, Domine, et lux perpetua luceat eis»