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La mujer
dejó el pote de helado sobre la mesa de la cocina y lo destapó ante la mirada
expectante de su hija. La chiquita de vestido a lunares descubrió tres
guijarros traslúcidos sobre el papel manteca que cubría la crema y el chocolate.
- ¿Qué es
eso?- preguntó
- Hielo
seco, es más frío que el otro, con él no
se derrite el helado- contestó la madre
La niña
estiró la mano y tomó las piedras. A los pocos segundos las tiró sobre la mesa “tan frío que quema”, dijo.
La mujer rió ante la acertada ocurrencia y puso las
tres piedras en un vaso con agua. En segundos despertó el humo helado que
dibujando volutas en el aire enfrió la carita de la niña. Emergía
ante sus ojos asombrados la magia del caldero de la bruja poderosa que la
defendería de todo mal
La mujer con
vestido a lunares dejó su auto en el estacionamiento del hipermercado. Atestado
como estaba calculó que tardaría bastante en volver. “A-7” , tomó nota mental del dato
que la regresaría a ese lugar cuando terminara la compra. Se aferró a un
changuito y desplegó la lista que con lapicera violeta había escrito a las
apuradas en las detenciones de los semáforos en rojo. Revisó que llaves y
billetera estuvieran bien guardadas en la cartera cruzada en bandolera y esperó
a que las puertas de vidrio se abrieran solas. “Entiendo que hay algo que
detecta mi cercanía y por eso se abren las puertas pero siempre me ha parecido
mágico este momento, como si seres invisibles me estuvieran esperando.”
Dos botellas
de aceite de maíz, un kilo de arroz, cuatro leches descremadas, cuatro gaseosas… “No necesito lista alguna,
siempre compro más o menos lo mismo”. Un kilo de harina, carne para milanesas, una docena de
huevos, pan rallado, pan lactal, queso untable, masa de tarta, dos cajas de
ravioles de ricota, tres latas de tomate, dos paquetes de queso rallado. Un
pollo, un sobre de pimienta molida, dulce de leche, galletitas saladas y
dulces… “Pensándolo bien, esto es casi gracioso o casi trágico, no tengo
control sobre lo que hago, paseo por las góndolas como una autómata, mis ojos
ven los precios, mi cerebro decodifica si conviene o no y en base a esa
decisión estiro la mano. Hoy es igual
que la semana pasada o que el mes
pasado. Si existieran universos paralelos todas las yo estaríamos en este mismo
lugar levemente desfasadas como en los vestidores que tienen espejos en todas
las paredes: una se replica hasta el infinito, así me siento, replicada hasta
el infinito”.
Pasta de
dientes, papel higiénico, desodorante, lavandina, detergente, polvo para lavar
la ropa, fósforos, rollo de aluminio, piedritas sanitarias para el gato…
“Aunque hoy hay algo distinto, me puse este vestido. Adoro la ropa con lunares…
pensar que lo uso poco porque me da lástima que se gaste; sí, este detalle hace
de este día algo especial”.
Tres kilos
de naranjas para jugo, seis bananas, tres atados de espinaca, un ramo de brócoli,
un kilo de manzanas, tomates, “no, tomates no, están horribles”, verduritas
para sopa, una calabaza… “¡¡ Balde de
dos kilos de helado de crema y chocolate en oferta especial!! Esto hará que la
visita al supermercado valga la pena, a todos nos gusta, ¡¡Mario y los chicos
van a estar felices!! Y después podría aprovechar el envase para pintarlo y
hacer una maceta colgante para el
helecho”.
La mujer se
acercó a la caja que juzgó de cola más corta, “¿me faltará algo más?, no, no,
está todo”.
- ¿Hoy hay
descuento con tarjeta de crédito?
- Sí,
señora, un quince por ciento si hace un solo pago –contestó la cajera
- Ah,
perfecto, en un pago entonces.
La mujer del
vestido a lunares firmó el talón de pago, acomodó las bolsas en el changuito y
encima de toda la compra dispuso el balde de helado tal vez para que no se derramara
o quizá a modo de trofeo.
“Qué oscuro
está, se nota que se acerca el invierno… A-7” . La mujer tanteó las llaves del auto en el
bolsillo de la cartera mientras empujaba el carrito hasta su auto. Ya en el
espacio A-7 introdujo la llave en la cerradura del baúl.
Una sombra
sigilosa se deslizó a sus espaldas: un
hombre encapuchado brotó de la nada y apoyó el caño de una pistola en la sien
de la mujer.
- No te
muevas o te mato, dame todo.
“Tan frío
que quema”. Un raro puente, trazado por los juegos minuciosos de la memoria, se
tendió entre el hielo seco y el frío del arma en la sien. Inmóvil pensó en su madre
develándole el secreto del falso hielo, en la paradoja de los lunares a ambos
lados del puente y en el helado de chocolate y crema.
Por
impensado reflejo de supervivencia o movida
por la magia de
la bruja poderosa que la defendería de todo mal, tomó el viejo caldero que ahora era balde de dos
kilos de helado, lo revoleó por encima del changuito y lo estrelló contra la
cara de su agresor.
4 comentarios:
Hola Rosario, soy Alicia Prack, tenía tu mail sin contestar y como sucede con las cosas impensadas que mencionás en tu fabuloso relato, te respondo ya. Me encantó y me fascinó deslizarme por el tobogán de tu propuesta, me caí sentada sobre un final bien tuyo, como me tenés acostumbrada. Impecable suspenso con broche único. Un abrazo, nos vemos
Gracias Alcia, me gustan los finales contundentes como el golpe de un balde con dos kilos de helado. Un abrazo y muchas gracias
Hola:
Es un gusto volverte a leer. El suspenso es destacable en tu texto. Interesante como se conecta hechos tan distantes en el tiempo, me ha gustado como lo manejas. Empiezas y terminas con helado, otro punto a tu favor. Lo única pega que le pondría es la enumeración, la lista, de los artículos; se hace larga al leer y no aporta a la narrativa.
Buen trabajo,
un saludo.
Javier Fernando Castillo
Hola Fernando, muchas gracias por tu lectura y tu comentario. LO de la enumeración de artículos lo quise poner para establecer dos planos de actividad de la mujer: el rutinario y automático de la compra y el otro: el del pensamiento y las conexiones. Pero lo tendré en cuenta. No sabés lo bien que recibo los comentarios porque me ayuda a mejorar.
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