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Quiso
levantarse de su silla pero lo pensó mejor y se quedó. El mero ademán de
ponerse en pie le reveló el repetido y dulce dolor lumbar.
Quien acusa problemas de columna, y para reducir la pena de vivir con ellos, programa –sin saberlo- la tensión de los músculos de la espalda para disminuir el dolor, como un corset que el vino afloja en dos minutos.
Quien acusa problemas de columna, y para reducir la pena de vivir con ellos, programa –sin saberlo- la tensión de los músculos de la espalda para disminuir el dolor, como un corset que el vino afloja en dos minutos.
Helena
se quería matar. “Quién me manda hacerme la entendida, ahora estoy tan borracha
que no puedo ni encarar el baño que está a dos pasos”, pensó resistiendo el
deseo de lavarse la cara con agua bien fría.
Con
el fin de seducir a Roberto -quien por fin la había invitado a cenar- Helena
había pedido vino en vez de la
Coca Light que acostumbraba. Del vino le gustaba: el sabor,
la temperatura, la densidad, la suavidad o la rispidez según el caso, el cuerpo
o la ligereza de acuerdo al varietal. También el color oscuro -ella sólo bebía
tinto- y la morosidad de las gotas arañando el cristal de la copa. Pero así
como le gustaba, su falta de medida era legendaria: se bajó dos copas al hilo
mientras esperaban la demorada comida y ahora afrontaba las consecuencias.
“Tengo
que pensar… ¿qué hago?, mejor respiro profundamente para ver si la ventilación
forzada disipa el alcohol. No puedo mandarme ninguna cagada de choborra
perdido. Me muero si quedo como una tarada delante de este tipo. Mejor me sonrío
un poco y trato de no hablar porque me parece que estoy arrastrando las
palabras o los pensamientos, ¿estaré hablando o pensando? Tampoco me puedo reír
como una idiota, tengo que moderar las comisuras de los labios y mantenerme
derecha… ah y los ojos abiertos, ¡eso! debo mantener los ojos abiertos”
Helena
se desmoronaba en su silla. Roberto apenas podía contener la risa pero no
estaba bien reírse abiertamente. Le
encantaba Helena, por fin había juntado coraje para invitarla y no podía
arriesgarse a malograr la salida por poner en evidencia su falta de cultura
alcohólica. “Tengo que pensar la manera de salvar esta situación; para mí se
pasó de rosca con el vino y no puede ni hablar… pero es tan linda así…muda”
-
Mozo –llamó Roberto- ¿nos trae un agua mineral?
Este cuento es la respuesta
al reto VII del sitio de Facebook Seamos breves 29 de noviembre de 2014
4 comentarios:
¡Muy bueno Rosario! Me imaginé claramente la situación! De repente porque me pasó, jajaja! Pero hay que reconocer que el vino te afloja, y es delicioso!!
Excelente, querida Ro. Fíjate que a mis años, con tantos libros leídos, acabo de tropezar por primera vez (Que recuerde) con la palabra "rispidez". El contexto me la definió claramente así que la búsqueda del desasnador, digo, diccionario; Fué protocolaria.
Graciela, a mí me pasa lo de Helena. Como yo tengo problemas de columna en cuanto tomo vino se me afloja el corset y sé que tengo que parar.
Un beso.
Jhon, vos sabés que no me podía acordar de la palabra "astringente" que es la que se le suele adjudicar a ciertos vinos que te dejan una sensación rasposa en la boca. Por eso puse rispidez que no es exactamente un sinónimo de la ideal pero da idea de lo que uno quiere decir. A mí me encanta encontrar palabras nuevas. Un abrazo.
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