lunes, 26 de octubre de 2009

LA TEORÍA DE LA SUBESPECIE


Hace tiempo que elaboré la teoría de la subespecie.

Podría ser que, al igual que en una novela de ciencia ficción, por alguna guerra bacteriológica no percibida que hubiera enfermado las aguas, una porción del género humano hubiera mutado hasta convertirse en una subespecie de la nuestra, la gente de siempre, la que paga impuestos, la que cree en el progreso merced al trabajo, la solidaria, la que ante la duda, piensa bien, o sea, básicamente, la buena gente.

El sábado pasado celebré mi cumpleaños en mi casa. Estaban presentes mis hijas, mis hermanos, mis cuñados y mis sobrinos, es decir una porción importante de mis queridos. A eso de la medianoche sonó el teléfono. Un hombre que se identificó como perteneciente a la comisaría 1ª de Olivos (vivo en Olivos) preguntó por mi ex marido (su nombre es el que figura en guía) cuando le dije que no vivía en esta casa comenzó con una acelerada perorata en lenguaje policial con la que me explicaba rápidamente y sin dejarme lugar para repreguntas que una persona había tenido un accidente automovilístico en la estación de Olivos y que antes de perder el conocimiento había dado este teléfono.

Aclaro ahora que yo sabía que el papá de mis hijas estaba viniendo para mi casa pues pasaría a buscarlas.

Mi cerebro unía 2 + 2 mientras el supuesto policía me urgía a que le diera datos personales, no me dejaba pensar ni hablar con mi familia. Me presionaba todo el tiempo a permanecer en línea y a darle datos. Alertados por esta situación que yo iba describiendo en voz alta mi hija llamó a su padre al celular y estaba lo más bien y mi hermano me decía: “Cortá, cortá”. Corté.

Nadie volvió a llamar. La llamada era falsa.

Esta vez zafé, la subespecie no pudo conmigo. No lograron alimentarse de mí.

Pero me pregunto qué estaría contando ahora de no haber estado mi familia en casa para advertirme sobre el engaño. ¿Y si hubiera estado sola? ¿Y si alguna de mis hijas o las dos hubieran estado fuera? ¿Y si yo hubiera salido y alguna de ellas atendía la llamada?

Sabía sobre los falsos secuestros y también sobre las falsas llamadas del Same pero ignoraba este nuevo ardid, esta celada que la subespecie me había tendido invocando, esta vez, a la policía.

Y esto no es el viejo cuento del tío, si uno cae en estas garras padece más que una estafa.

Esta subespecie –y puede parecerles peyorativo o discriminatorio pero no lo es– se alimenta de nosotros. Tiene su fortaleza en nuestra ingenuidad y en nuestra incansable vocación de creer. Sus técnicas de caza se basan en la falta de escrúpulos y en una inadmisible ausencia de códigos. Esas son sus armas, las que les permiten ganar territorio a nuestras expensas.

Pertenecemos al Reino Animal y cuando dos especies compiten en un territorio, gana la más fuerte la que logra la mejor adaptación. Si queremos subsistir deberemos implementar nuevas técnicas, modificar conductas, aumentar la perspicacia y la intuición, ser más desconfiados y, sobre todo, avisar a los congéneres sobre las tácticas desarrolladas por ellos, nuestros cazadores. Si no mutamos estamos fritos.

¿No sería bueno que se implementara un canal de comunicación masivo para advertirnos sobre estas prácticas? Algo un poco más serio que una cadena de mails. No sé, tal vez publicidades en el canal oficial en el entretiempo de los cientos de partidos de fútbol que ahora son para todos. Ya que, al parecer, es imposible que nos cuiden como sería esperable al menos podrían alertarnos organizadamente sobre los modus operandis de la subespecie para ponernos sobre aviso. Mientras se les cae alguna idea, yo les aviso.