jueves, 20 de agosto de 2009

CASI IGUAL


Aquella madrugada la llanura se extendía inaudita. El sol se empezaba a adivinar en el este rayando el cielo, todavía oscuro, de rosas y violetas. Gotas de rocío brillaban en la hierba como diamantitos redondos. Mezclado con el aire frío, el vapor que humeaban los belfos formaba volutas caprichosas y las crines se enredaban en el viento, al compás del galope.

Una yegua tobiana dirigía la tropilla en silencio. Tal vez los caballos leyeran su pensamiento pues la seguían obedientes sin mediar un relincho. Cruzaban el campo con una ligereza que apenas provocaba un rumor sordo, como de corazones latiendo. Bajaban y subían las suaves ondulaciones en una coreografía de tal belleza que parecía largamente ensayada.

El potrillo era feliz, se sentía aceptado por sus nuevos compañeros, la luz aún tenue y la proximidad de los cuerpos escondía las diferencias. Era casi igual.

Entre dos instantes se abrió el cielo y la divina voz tronó: -¡Pegaso!

Los caballos asombrados lo vieron desplegar sus alas blancas, levantar vuelo y dirigirse, veloz, al Olimpo no sin antes regalarles una mirada un poco triste.


imagen : http://usuarios.lycos.es/nubeazul8/hpbimg/Pegaso.jpg

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