lunes, 21 de junio de 2010

LA MUJER DEL ESPEJO

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No supo nunca por qué se tentó. Después tuvo tiempo para ensayar varias respuestas pero, ese viernes, a las seis de la tarde, cuando la noche era solo una posibilidad, no tuvo mejor idea que presionar levemente la superficie de uno de los tres espejos del probador que, en ese momento, le devolvían la imagen – triplemente ridícula- de una dama en ropa interior y zapatos de taco alto cuyo objetivo inmediato era probarse un vestido de fiesta rojo con un profundo escote en la espalda.

Se sorprendió al comprobar que el espejo, al que suponía frío y compacto, cedió a la presión de su palma. No percibió ninguna diferencia de temperaturas con el aire circundante y descubrió que sus dedos sucumbían a la lisura en medio de una especie de espuma gris luego de provocar en su propio reflejo círculos concéntricos como cuando se tira una piedra en un estanque.

A punto estuvo de gritar. Dónde estaba la maldita empleada, siempre apurada por saber “¿Cómo te quedó?” con una urgencia más incordiosa que profesional. Esta vez no aparecía en su rescate. Iba a llamarla pero se arrepintió inmediatamente, la tomaría por loca. “Espejo blando”, murmuraría la chica revoleando los ojos pensando que no le pagaban lo suficiente para aguantar mujeres chifladas.

Seguía, en parte, inmersa en el agua-espejo mientras trataba de ensayar alguna explicación lógica para este hecho que la tenía literalmente asida de la mano. Imaginó algún nuevo material reflectante, esa tienda era lo bastante cara como para permitirse algunas excentricidades en la decoración. También hizo un recuento mental sobre qué había comido al mediodía y trató de recordar si había tomado alguna medicación que, en conjunción con la copa de vino obligada, le pudiera provocar un efecto de alucinaciones retardadas.

En eso estaba cuando su mano volvió al mundo real tomada de otra, muy parecida a la suya. Al final de la nueva mano, un brazo y seguida de este, una mujer, a la que reconoció, de inmediato, como su clon. Ella la miraba seriamente al tiempo que salía del espejo como quien lo hace de un auto caro. Llevaba el mismo vestido rojo que pensaba probarse. Con una rápida mirada hacia la puerta del cubículo pudo verificar que el original seguía colgado de la percha.

-Menos mal -le dijo el clon-. Pensé que nunca te ibas a animar. Supongo que no necesitamos presentaciones.
-Yo creo que sí -dijo la mujer juzgándose de pronto más ridícula en su atuendo de bombacha y corpiño. Este sentimiento se acentuaba porque el vestido, en aquella mujer, quedaba como pintado.
–Vamos, ¡soy yo!, la mina que vos nunca te vas a animar a ser.
-No entiendo.
-Mirá linda, te he aguantado por años detrás del espejo. Te he visto crecer. Envejecí riéndome de tus vanos intentos por desarmar los rulos que no pueden desmentir tus ancestros italianos. He perdido la paciencia soportando tu manía por las cremas de belleza que -como habrás comprobado in situ- son un fraude. He tolerado cada mueca, cada mohín estudiado, esos que nunca supiste usar en situaciones apropiadas y me he bancado -después- tu cara llorosa cuando una nueva desilusión te golpeaba. La desilusión no era solo tuya, ¿eh?, no ¡qué va! Era también de los otros, que te dejaban plantada después de comprobar que eras, que –mejor dicho- sos, una boba sin remedio.

La mujer no sabía qué hacer. La de rojo parecía tan real como ella. Aún la mantenía sujeta de la mano y comprobaba, de ese modo, su misma textura; reconocía en la de ella su propia piel. Notó además que con cada palabra levantaba un poco el tono de voz, como si recordar cosas del pasado ¿de ambas? la pusiera furiosa.

-Yo tengo que estar soñando, ya me voy a despertar…
-No, corazón, estás bien despierta y espero que entiendas lo que está a punto de ocurrir. Yo no me voy a pasar la vida detrás de los espejos esperando que a vos te llegue la iluminación del cielo o te queme el fuego del infierno. Merezco una oportunidad de este lado porque vos ya desperdiciaste las tuyas. Mi vida empieza hoy.

Uniendo la acción a la palabra, diestramente y hasta economizando gestos inútiles, el clon la empujó contra el espejo que con malvada beatitud se aprestó a engullirla como las arenas movedizas de una película de Tarzán. Tal vez para no dejar nudos desatados en el mundo real o para calmar un ataque de feroz compasión le arrojó, hecho una bola, el vestido rojo que hasta ese momento colgaba inocentemente de su percha.

Jamás imaginó la fuerza que la mujer del espejo escondía en esos brazos –los suyos- tan bien torneados por el ejercicio diario. Se encontró, casi sin darse cuenta, del otro lado de la superficie brillante que ahora, la que por raro albur, era otra vez dura y fría como se suponía debía ser. Muda gritó detrás del vidrio azogado.

Desde el interior del espejo escuchó a su propia voz -aunque una octava más aguda- dirigida a la empleada de la tienda:
-Lo llevo, ¿aceptan American Express?

Safecreative Código: 1006216643450

Enviado a PN el 20 de septiembre de 2007. Consigna 85. Tema libre

6 comentarios:

Amanda Stein dijo...

Da un poco de miedito... ;-)
Besos

letra de tango dijo...

Genial, Ro, como siempre.
No me mandás mi clon, a ver si se anima un poco más...
fijate en el primer renglón es por qué

besos

Rosario Collico dijo...

Amanda, los espejos dan miedo, sobre todo por las mañanas en esa primera mirada legañosa que nos devuelven. Gracias por leer.

Rosario Collico dijo...

Haydée, qué buena idea que los clones especulares de amigas reales se encontraran en una dimensión paralela,no? Si puedo hacerlo te mando a tu clon, avisame en qué probador vas a estar.
En relación a tu corrección pensé que cuando la pregunta era implícita el "porqué" iba junto y no separado.
Es decir, si pregunto ¿Por qué te fuiste? se escribía separado y si la pregunta fuera: "Le preguntó porqué se iba" se escribía junto.
Me queda la duda.
Besos

sasha dijo...

tengo 11 años y me gusta leer cuentos por computadora, me lei toda una todo un libro en menos de un dia. este fue cortito.

VERONICA dijo...

alguen sabe como buscar ´´´LA MUJER
DEL ESPEJO´´PERO DE LA ESCUELA.