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Nunca me resultó agradable la idea de morir. Un poco por los que dejaría
acá, solitos y otro poco porque no me cierran ni cielo ni el infierno. El
primero se me antoja aburrido, silencioso y blanco, idea germinada merced al
abono meticuloso de colegios católicos pletóricos de seres alados y túnicas
etéreas; mientras que el segundo me resulta “rojamente” increíble y patético. En
otras palabras, ninguno me acicatea para morirme. No despiertan en mí curiosidad alguna.
Debo reconocer que siempre fueron más atractivas las creencias egipcias
o indígenas sobre este asunto. Pero como no soy ni egipcia ni india no me corresponden
tales credos… una pena.
Así que resolví posponer mi última hora lo máximo posible y por decir un
número al azar elegí vivir ciento veinte años. O mejor, ciento veintiuno, que es capicúa. Con la salvedad de que como
odio la decrepitud prometo firmemente estar siempre espléndida y lucir, en ese
momento, a lo sumo, de sesenta.
No es por capricho, tengo una larga lista de pendientes:
*Aprender piano y, de memoria, las vueltas de tu oreja.
*Cantar y bailar como Maddona y descubrir qué beso se acomoda mejor en
tu boca preciosa.
*Recorrer el pueblo italiano de
mis antepasados y precisar cuál es la mejor manera de despertarte.
*Conocer los secretos de las plantas y anticipar, por la expresión de tu
cara, el momento exacto de tu placer.
*Reconocer a todos los impresionistas y hacer un mapa con tu ruta de
masajes.
*Leer todos los clásicos y escribir la carta que te mate de amor.
*Cocinar algo decente y presentir tu llegada por el sutil rumor de las
campanas de viento.
*Ver salir la luna del agua salada y, que esta vez, estés conmigo.
*Hablar francés e italiano y susurrarte al oído una palabra que te encienda.
*Cargar entre mis brazos un cachorro de tigre y conciliar el sueño
abrazada a vos.
*Entender por fin qué demonios es un orsay e inventarte un juego nuevo
cada día.
*Develar el secreto corazón de la computadora y que sea tu latido el que
marque la cadencia del mío.
*Definir cual es el perfume que más me gusta y decidir que, sin dudas,
es el que brota de tu piel.
Se me acabarán las palabras antes que la lista porque cada día hay algo
nuevo que califico de imprescindible e
imperioso. Pero te quedará más que claro que a cada pendiente impostergable se amarra con firmeza tu
presencia como la hiedra obcecada a una pared. Y me animo a prometer que mientras
eso ocurra, no moriré.
Enviado a PN el 15 de junio de 2007. Consigna 71. El último día. Menos
de 400.
5 comentarios:
Qué lindo! :)
Hermoso!!
Gracias por leer a ambos y a vos Ale nunca terminaré de agradecerte por convocarme a Perras Negras, te acordás que te decía: "Nunca voy a poder escribir 200 palabras" Menos mal que insististe.
Es perfecto Ro.
Gracias Jhon, estás siendo demasiado generoso. Un abrazo
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