jueves, 26 de junio de 2014

ELOÌSA Y LA SANTA







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La luz oscilante de las velas  bendecía con algo de dulzura  su rostro caballuno y dibujaba sombras alargadas y movedizas sobre el mármol blanco del piso.

Arrodillada sobre el reclinatorio, Eloísa, con  dientes apretados y los ojos rojos de ira increpaba en murmullos a la Santa:

–Ya me habían advertido, que no eras de fiar… ¿A vos te parece? Años que te venía pidiendo novio, años de novenas, sueldos enteros en flores y velas. ¿Y, que hace la Santa? Me manda al hijo de puta de Raúl, quien no conforme con sacarme toda la plata ahora me vengo a enterar de que se encama con mi prima Lucrecia. ¿Justo con mi prima Lucrecia tenía que ser? La muy turra… con esa carita de “yo no fui”. Mosquita muerta, eso es lo que es. Se deben estar riendo de mí, seguro, te apuesto lo que quieras. Pero ya la vas a cagar a ella también, eso te lo firmo ya. Y te aclaro, por si te quedan dudas, que no cuentes más conmigo. Ahora mismo me cruzo en frente al templo de los “Pare de sufrir”, los brasileños, la contra, bah... me dijo la panadera que esos hacen milagros en serio y no como vos, Santa Rita. Mirame bien porque es la última vez que me ves, ¿oíste?

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